Pamplona, España: Eunsa (
1996)
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Abstract
El uso habitual del lenguaje reconocía hasta hace todavía relativamente poco tiempo un sentido ético-normativo en los términos "natural" y "naturaleza". De un tiempo a esta parte, sin embargo, ha penetrado profunda¬mente en el sentido común epocal la idea de la diferenciación del hombre con respecto a la naturaleza. De ahí que, ante la invitación a secundar la naturaleza, no sea infrecuente escuchar la respuesta: "¿por qué? ¡si yo soy un ser racional, una persona!". Esta mentalidad coexiste culturalmente con la cre¬ciente conciencia ecológica, que puede interpretarse como una invitación a considerarnos de nuevo como seres naturales. La invitación nos llega cuando ya hemos aprendido a vernos como seres libres, y a defender nuestra libertad; cuando en el discurso ético, términos como "dignidad" y "persona" han pasado a desempeñar el papel privilegiado que en otro tiempo desempeñaba el término "naturaleza": la fuerza retórica que en otro tiempo tenía el término "naturaleza", la tiene hoy el término "libertad". El reto es ahora conciliar el logro principal de la filosofía moderna –somos libertad– con la herencia clásica -somos naturaleza-. La tesis que se defiende en este trabajo es que, lejos de representar un obstáculo para la dignidad y la libertad real del hombre, la apelación a la naturaleza es lo único que garantiza que el término dignidad sea algo más que una palabra cargada de fuerza retórica para los occidentales.