Abstract
La figura de la bruxa, desde su origen histórico como depositaria de saberes y prácticas tradicionales hasta su revitalización en el movimiento neorrural contemporáneo, representa un enclave de gran significación cultural y un ejemplo paradigmático de la feminidad. Este artículo analiza la tríada cíclica y transformativa tierra-vida-muerte como punto interseccional en el que se sitúa la bruxa en la ruralidad. A través de entrevistas con mujeres (neor)rurales que se identifican con esta figura, desvelamos su importante labor social y el legado que deja en las comunidades campesinas como agente de cambio político, ecologista y feminista. La bruxa renace, pues, como una identidad rebelde y reivindicativa, desafiante del discurso hegemónico y luchadora por la diversidad y la simbiosis con la naturaleza. Este estudio propone (re)consideraciones que invitan a no estigmatizar los márgenes ni a sus habitantes, a deconstruir los discursos normativos y a redefinir los marcos de sentido y significado en los que clasificamos el conocimiento y a sus sujetos. En definitiva, la bruxa y su contexto rural se erigen como símbolos de diversidad, pluralidad y (trans)diferencia, fundamentales en la búsqueda de una sociedad más inclusiva y justa.