Abstract
La filosofía del siglo XX ha intentado pensar la figura de la alteridad y el justo respeto de las diferencias, acicateada por las experiencias históricas contemporáneas que violentaron al individuo y a su libertad. Sin embargo, la radicalización y exaltación de la otredad es correlativa a la disolución de la creencia en la naturaleza humana, trasmutada en “efecto” de procesos históricos. Bajo esta concepción, el hombre resulta ser un triste artificio. Esto ha sido impulsado por el pensamiento antihumanista y se ha manifestado en el ámbito cultural occidental -como es el caso de la ideología de género- socavando la identidad ontológica del ser humano. Ante este panorama se analiza, en primer lugar, la sospecha hacia la verdad, el nihilismo y el relativismo, reunidos en la defensa deleuzeana de los “simulacros”, y la propuesta de vivir en la inmanencia radical, exaltando su potencialidad liberadora. En segundo lugar, frente a tal pensamiento desolador, se propone retomar los senderos de la búsqueda de una real felicidad dadora de sentido, afincada en fundamentos filosóficos realistas. Para ello será fundamental rescatar una filosofía de los valores y las virtudes, en apertura humilde a la verdad y al bien como vía de salida del subjetivismo; lo que implica una conversión espiritual.