Abstract
El trickster debe su nombre a su propensión a los trucos, las mañas y los ardides, que van de la broma risueña y juguetona al embuste más perverso y fatídico. Pero no es un hacedor de trucos, sino un alterador del orden: un reformista, un destructor, o ambos a la vez. Es una figura de honda significación histórica que aparece en las mitologías, el folclor y las literaturas del mundo. Puede ser una divinidad, un espíritu, un humano, un animal, un árbol o una planta, un componente de la naturaleza, e incluso una quimera, producto de la mezcla de los anteriores. El gran signo de esta figura es la libertad, que se manifiesta como autonomía, ingenio, volubilidad, descaro, franqueza, rebeldía e impudicia. Al ejercer su libertad, el trickster nos recuerda que los órdenes culturales son siempre artificiales, fabricados. Con razón, Karl Kerényi lo llama “the spirit of disorder, the enemy of boundaries”.