Abstract
Este artículo presenta cómo el arte y el amor, el arte de amar, hacer del amor un arte y tener corazón de artista es todo un reto para seguir soñando. El sueño se resiste a morir y continúa proyectando sus imágenes en cualquiera de los contextos antropológicos. Es la belleza una posibilidad para la esperanza, para crear, para engendrar de nuevo, para volver sobre lo más puro. Por encima de sueños tan intrascendentales y aburridos como el de la eterna juventud la sociedad nos urge a soñar despiertos en la búsqueda de horizontes respirables, vivibles, globales y justos, donde la utopía de la fraternidad sea un poco menos mítica y se haga carne. Sueños soñados despiertos que hacen construir tras cimentar sobre razones que no tienen miedo al misterio, y que se abren ala obra creadora de Dios. Mucho es el sufrimiento que se observa tras una rápida mirada al mundo, pero mayores son los motivos para la esperanza, porque el hombre sigue soñando capaz de hacer arte y seguir amando.