Abstract
La única forma de situarse hoy ante el profesor cristiano es considerarlo como un tesoro escogido por el Señor, que le invita a ejercer un magisterio precioso: el de ser maestros en la fe. Desde esta actitud somos invitados a realizar una mirada crítica a la cultura pero desde una actitud positiva, constructiva. Los datos no apuntan a una gran influencia de la religión en la vida personal de los jóvenes. Parece que en los últimos años los jóvenes se han vuelto más crédulos respecto a los métodos pseudorreligiosos. Este artículo presenta al educador cristiano como un artista que ha aprendido en la mesa de los sacramentos a descubrir y adorar a Dios en aquellos a los que sirve. No es fácil ser transmisor, pero tampoco imposible, y sobre todo es apasionante.