Abstract
Uno de los efectos de la aceleración revolucionaria e industrial que terminó suprimiendo, entre otras cosas, la concepción de un estado estamental ha sido la constante necesidad de describir el sucederse de aquellas notas que supuestamente darían con la clave para descifrar el sentido de los tiempos. Nuestra época —se ha dicho— ya no es la de la era de la información, la sociedad no aspira ya a organizarse ni a entenderse a sí misma en virtud de nuestras capacidades lógicas ni computacionales. Nuestra época parece simpatizar más bien con lo que algunos han llamado la era conceptual. Las aceleraciones producidas por la técnica en la anterior era, la de la información, y la profunda alteración sobre la estructura y sentido de las acciones consecuencia de la articulación y transmisión de los sistemas de comunicación en la era de la información, si no desaparecen, habrán al menos de convivir con la indagación de las variaciones de los conceptos en el tiempo como expresión de una mutación del contexto social, político y cultural. Parecerá a algunos una descripción un tanto grandilocuente pero si nos fijamos en la consolidación de la llamada Begriffsgeschichte o historia conceptual, así como en el impacto que dicha perspectiva histórica y filosófica ha ejercido sobre otras disciplinas, tal vez nos percatemos de que ni el tiempo histórico, ni el tiempo cultural se perciben ya de la misma manera.