Abstract
Se ha argumentado que, aunque la ausencia de intervención en el mundo material priva a la experimentación mental de la fuente más importante de conocimiento objetivo,estos se parecen a los experimentos reales lo suficiente como para afirmar que se trata del mismo tipo de práctica. En este trabajo me propongo establecer el alcance de esta interpretación. Me apoyo en la epistemología de la experimentación científica para señalar que las perspectivas que sostienen que los experimentos mentales son experimentos, emplean analogías ilegítimas y no profundizan en las características propias de la experimentación científica. Argumento que estas comparaciones son inadecuadas pero que subsisten aspectos en los cuales experimentos mentales y reales son semejantes y que merecen ser examinados con más cuidado. Para apoyar este argumento examino un experimento mental propuesto por Richard Feynman en 1965. Muestro que este experimento descansa en un conjunto de habilidades fundamentales para la experimentación desarrolladas en la formación científica, se funda en el conocimiento teórico y en la habilidad para reconstruir cadenas causales.