Abstract
Este artículo destaca la visión de Tomás de Aquino del ser humano como alguien que está hecho para contemplar la belleza y que es movido a lo largo de su existencia por el amor y el deseo de contemplarla. La apreciación de la belleza, de su integridad, proporción y claridad, generan en el contemplador la vivencia de gozo, alegría y también le permiten ver una finalidad y orden en el universo, que comunica una experiencia de paz en el contemplador, quien inevitablemente incrementa su anhelo por encontrar la perfección y la belleza ideal, misma que no encontrará de forma plena en este mundo, pero que nos une como hermanos en la salida de un común amor al ideal con vistas a las grandes obras comunes.