Abstract
Desde los inicios de la humanidad hasta finales de la Edad Media, la imagen del universo reflejaba una visión teológica, para girar en torno al hombre en el siglo XVI. Con la llegada de la revolución industrial, de la concepción cíclica del tiempo propugnada por el Humanismo se pasa a la idea moderna de progreso. Por último, se produce la evolución de la sociedad disciplinaria organizada en torno a la fábrica como lugar cerrado y en la que el individuo sabe quien ostenta el poder, hasta la sociedad de control en la era tecnológica actual deslocalizada en empresas con individuos que tienen acceso a la información hasta cierto nivel. El hombre se sitúa en el panóptico y sabe que está siendo observado, convertido en una forma de entretenimiento voyeurístico y exhibicionista. La perversión del mundo informatizado en el que el optimismo ante la posibilidad de verlo todo, se contrapone al control de la información y a la vigilancia permanente. Esta deshumanización afecta también al terreno plástico, que pretende dar soluciones a través de un arte participativo con nuevos planteamientos, estéticas y soportes. Obras abiertas que deben ser ejecutadas, y no solo leídas.