Abstract
El propósito del presente texto es mostrar, a contrapelo de lo que suelen sostener tanto sus detractores como sus abogados, que el neoliberalismo, en su crítica al keynesianismo y al Estado de bienestar, no pretende en absoluto reconducir el laissez-faire promovido por los marginalistas, aunque públicamente no tiene inconveniente en acomodarse de la retórica neoclásica. Antes bien, es consciente de que el libre mercado –por el que aboga– es algo que debe ser instituido y protegido frente a la inercia social; y que, para ello, se precisa de un intervencionismo estatal que ampare el orden de la competencia, así como de un tejido institucional (escuela, prensa, cultura, etc.) que contribuya a la conformación de una subjetividad adaptada al carácter altamente evolutivo e incierto de la sociedad capitalista.