Tábano 25:e8 (
2025)
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Abstract
La cicuta ha ganado su fama por ser la verduga del legendario Sócrates, cuya muerte fue un símbolo de la importancia y, al mismo tiempo, de la peligrosidad de la filosofía en una polis. Hoy, en un mundo gobernado por una lógica utilitarista y productivista, la cicuta se ha vuelto más sutil y menos teatral, aunque no menos mortífera. En los Estados contemporáneos, la filosofía y las humanidades son tildadas de “inútiles”, frente a otros campos de saber capaces de proveer resultados tangibles y comercializables. Por estas razones las humanidades vienen sufriendo recortes y desfinanciamientos en distintas partes del mundo. Pero, ¿es la filosofía tan inútil como los mismos filósofos suelen repetir? ¿No estamos, al reiterar este clásico mantra, cavando nuestra propia tumba? Mi tesis es que la inutilidad de la filosofía es inútil. La inutilidad no es más que un refugio, un disfraz. Tal como lo denunció Nietzsche, la filosofía por siglos se vistió de inútil y de asceta, indiferente a lo mundano, para legitimar su propio quehacer. Paradójicamente, su disfraz hoy logra el efecto contrario: el atuendo que antaño generaba el respeto y el miedo ante los otros hoy es la razón por la cual la marcan como algo desechable.