Abstract
La ética ecológica tiene como postulado fundamental el cuidado, el cual se extiende más allá de mí, más allá del nosotros, más allá de lo humano. Un cuidado, por tanto, que va más allá del yo y que no es antropocéntrico, ni especista, sino que atiende a la alteridad, a lo otro, a lo que es extraño y nos es extraño. Una ética ecológica debe, por tanto, (a) ser crítica con el antropocentrismo y (b) reconocer la diferencia/extrañeza de los objetos. Para cumplir ambas condiciones es necesario partir de una ontología que sea plana y que reconozca la existencia de objetos que son extraños en la medida en que nunca comparecen del todo (ni siquiera ante ellos mismos) y que están siempre en retirada, dándose, pero permaneciendo parcialmente ocultos.